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Nuevo mundo, marinería, piraterías: una realidad más allá del paraiso terrenal (página 2)




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Artículo

Total

Posible consumo para cada persona
por tres meses

Posible consumo para persona por
día

Biscocho

2.000 Kg.

40 Kg.

0,44 Kg.

Aceite

114 litros

2,28 litros

0,0253 litros

Vinagre

Cont. Cuadro N° 3

96 litros

1,92 litros

0,0213 litros

Agua

13.305 lts.

266,1 litros

2,956 litros

Carne Salada

1.596,6 dm3

31,932 dm3

0,3548 dm3

Pescado salado

1.605,6 dm3

32,112 dm3

0,3568 dm3

Habas, garbanzos y arroz

1.605,6 dm3

32,112 dm3

0,3568 dm3

Sal

100 Kg.

2 Kg.

0,022 Kg.

Quesos

36 unidades

Leña

45.000 Kg.

900 Kg.

10 Kg.

Fuente: Pérez-Mallaina, Pablo E. (1992).
Los hombres del océano. Sevilla,
España. Pp.: 77-78. Elaboración
propia.

Cuadro Nº 4

De lo estimado para una embarcación de doscientas
cincuenta toneladas de arqueo, con una tripulación
estimada de doscientas cincuenta personas. (250t. /
250prs.)

Artículo

Total

Posible consumo para cada persona
por 3 meses

Posible consumo para cada persona
por día

Vino

23.062 lts.

92,248 litros

1,024 litros

Vino

21.288 lts.

85,152 litros

0,946 litros

Aceite

3.800 lts.

15,2 litros

0,168 litros

Mercurio

196 lts.

95 Kg.

0,784 litros

0,38 Kg.

0,0087 litros

0,0042 Kg.

Clavazón

12.675 Kg.

Hierro en planchuelas

500 Kg.

63.000 cm3

Fardos de tela

150 f.

Fardos de tela

100 f.

Cajones de tela

80

Vinagre

2.940 lts.

11,75 dm3

0,1306 dm3

Aceitunas

2.925 dm3

11,7 dm3

0,13 dm3

Almendras

2.925 dm3

11,7 dm3

0,13 dm3

Cera

6 cajones = 2.250 lts.

Jabón

6 cajones = 2.250 lts.

Cont. Cuadro N° 4

Objetos de vidrio

6 cajones

Libros

6 cajones

Armas

4 cajones

Fuente: Pérez-Mallaína, Pablo E.
(1992). Los hombres del océano.
Sevilla, España. p.: 78. Elaboración
propia.

Así, se observa el esfuerzo que significaba
aderezar un barco y avituallar a la tripulación.
Cada Corona interesada en proyectar sus dominios hacia las
tierras de América para proveerse de las generosas
riquezas de ésta, debía invertir grandes cantidades
de dinero para la construcción y el sostenimiento de las
embarcaciones, una por una porque no se trataba simplemente, de
un avituallamiento para satisfacer a los tripulantes, sino que se
hacía de imperiosa necesidad artillar las naves con una
doble finalidad; primero, la del sostenimiento de las
embarcaciones que venían cargadas de oro, plata u otros
minerales preciosos con destino a España y segundo, la de
brindarle protección a las flotas que podían pasar
de depredadoras a presas, porque con la conquista del
botín venía el riesgo de ser acechado por buques de
otras nacionalidades que perseguían los mismos fines. Es
decir, que al sacrificio de carga y estiba, se acuñaba el
cuantiosísimo gasto del artillado, porque los
cañones solían guardarse con velo en almacenaje
especial, para ser protegidos del deterioro causado por las
salitrosas aguas marinas.

A las fuertes sumas erogadas para mantener una nave que
cada cierto tiempo, entre 5 ó 6 meses habían que
calafatearlas, hay que añadirle el agotador trabajo que
humanamente debía aplicarse, no sólo para la carga,
sino lo que representaba el almacenaje y colocación de
todos los bienes según su composición; es decir,
cada bodega estaría lastrada de acuerdo a su destino
previsto. Asimismo, había que mantener la paga de los
marineros, sus raciones de agua, comida, medicamentos, vestidos,
bebidas, entre otros.

Los datos que arrojó el análisis sobre el
posible consumo de alimentos, bebidas y otros, especificados por
día y meses, correspondiente a cada una de las personas
que tripulaban una embarcación, es simplemente, un estudio
equitativo para tener una idea del beneficio particular que
pudiese recibirse, pero en el fondo, priva la realidad sobre la
suposición, dado que la distribución de los enseres
y vituallas, se sustentaba de acuerdo al rango de a bordo, es
decir, que el cargo determina los privilegios. De igual manera,
pasa con la división del trabajo, los salarios, el coste
de enfermedades las vestimentas, el dormitorio, entre otros.
Porque los marineros debían sufragar sus gastos con el
jornal diario, consistente a la paga recibida por éste,
muy poco, o casi nada quedaba para ahorrar, porque la
obligación de la Corona únicamente cubría la
ración diaria de alimento, lo demás corría
por cuenta del tripulante.

Cuadro Nº 5

Capacidad adquisitiva de un jornal de marinero de Armada
(1543-1545).

Producto

Precios en
maravedíes

Cantidad adquirida con un
día de trabajo

1 kilo de carne de ternera

30,43

822 gramos

1 kilo de carne de vaca

22,82

1 kilo y 96 gramos

1 kilo de carne de cerdo

30,43

822 gramos

1 kilo de menudo (tripas de vaca)

15,21

1 kilo y 644 gramos

1 pollo

20

1 pollo y cuarto

1 perdiz

25

1 perdiz

1 docena de huevos

24

1 docena de huevos

1 kilo de pescada [sic]

28,26 a 24,7

884 gramos a 1 kilo

1 kilo acedías

21,7

1 kilo y 152 gramos

1 kilo de pargo

16,30

1 kilo y 533 gramos

1 kilo de besugo

18,47

1 kilo y 352 gramos

100 sardinas

7 a 25

357 a 100 sardinas

10 piezas de pan

25

10 piezas

1 litro de leche

5

5 litros

1 kilo de azúcar

73,9 a 95,6

338 a 261 gramos

1 litro de aceite

14 a 16

1,7 a 1,5 litros

1 lechuga

1 a 2

25 a 12,5

1 calabaza

1 a 2

25 a 12,5

1 kilo de manzanas

10,86 a 26

2,314 kilos a 1 kilo

1 kilo de peras

21,7

1 kilo y 152 gramos

1 kilo de uvas

2,17 a 3,2

11,5 a 7,8 kilos

1 kilo de peras en conservas

73,9 a 110,86

338 a 225 gramos

Cont. Cuadro N° 5

1 kilo de mazapán

69,56

359 gramos

1 cajita de carne de
membrillo

30 a 38

833 a 357 gramos

1 litro de vino blanco

6

4,1 litros

1 litro de vino tinto

10

2,5 litros

1 litro de vino dulce

8

3,1 litros

1 litro de aguardiente

40 a 60

0,6 a 0,5 litros

1 kilo de carbón

3,2 a 6,5

7,8 a 3,8 kilos

1 kilo de jabón

13 a 18,4

1,9 a 1,3 kilos

Fuente: Pérez-Mallaína, Pablo E.
(1992). Los hombres del océano.
Sevilla, España. pp. 118 y ss.

Estas dietas las recibían los marineros mientras
estuviesen a bordo, porque era compromiso de la Corona que aupase
el viaje a la Carrera de Indias. Lo que no podía
permitirse un marino, era caer enfermo, por los altos
costos que significaba la atención médica y los
medicamentos, que al fin de cuentas eran poco eficientes, y esos
gastos sí corrían por cuenta del
enfermo.

Cuadro Nº 6

El coste de una enfermedad (1543-1545).

Medicinas

Precio en
maravedíes

Número de jornales de
marinero necesario para pagarlo

1 onza (28,75 gr.) de
ungüento

25

1 día de trabajo

4 onzas de aceites
medicinales

24

1 día de trabajo

1 onza de tabletas «manus
cristi»

51

2 días de trabajo

1 litro de agua de azahar

68

2,7 días de
trabajo

Polvos de sándalo, esmeraldas
y corales para caldos esforzados

714

28,5 días de trabajo

1 visita de médico

136

5,5 días de
trabajo

1 visita de enfermo

204

8 días de trabajo

1 purga

340

13,6 días de
trabajo

Ayudar a orinar

204

8 días de trabajo

Sacar una muela

Cont. Cuadro N° 6

34

1,3 días de
trabajo

Afeitado

34

1,3 días de trabajo

Una misa en casa

34

1,3 días de
trabajo

Testamento y poderes
notariales

822

32,8 días de
trabajo

Fuente: Pérez-Mallaína, Pablo E.
(1992). Los hombres del océano. Sevilla,
España. pp.: 120.

Todos los cuadros expuestos hasta ahora, pertenecen a
datos concretos de la naval española en sus distintas
modalidades, es decir, lo concerniente a los buques mercantes y
de la Armada. Pero, a partir de estas cifras se pueden concebir
los aspectos de las otras flotas que representan las Coronas
adversas a Castilla.

El mecanismo de avanzada para la proyección hacia
tierras americanas, implantados por Inglaterra, Francia y
Holanda, se sustentó, en principio, por igualar hasta
donde se pudiera, a la naval española, claro está,
siempre con la intención de mejorar para superarla y que
cada buque respondiera al diseño de construcción
dispuesto en su país de origen. Hay casos en los cuales
las embarcaciones de otras naciones se tomaban como equivalentes
a las de España, como se indica a
continuación:

Cuadro Nº 7

Tipos de Embarcaciones utilizadas por las distintas
Armadas Reales (Siglos XVI y XVII).

Naves

Descripción

Man-of-war

Embarcaciones entre 700 y 800 toneladas de la
Armada inglesa equivalente al galeón
español.

Merchantman

Barcos mercantes artillados de diversas
tipologías con el apoyo de sacres y demás
artillerías menores, eficaces para asalto a
pequeños poblados costeros.

Barque o Patache

Nave entre 50 y 100 toneladas con una o dos
pértigas de porte, artillado con piezas menores y
capacidad para numerosa tripulación. Barco por
excelencia utilizado por los corsopiratas.

Pinaza

Navío pequeño y, por lo tanto,
ligero utilizado como transporte personal.

Pingüe

Barco propio de los holandeses utilizado para el
dominio en el Caribe de las aguas de poca
profundidad.

Barco longo

Barco español equivalente a una
pinaza.

Urca

Mercante plano de poco calado utilizado por los
nórdicos en el Caribe para el asalto a minas de sal
y para la práctica del contrabando. Similar a un
Merchantman.

Balandra

Utilizada por los filibusteros a mediados del
siglo XVII para operaciones rápidas con el
equivalente al barco inglés sloop de muy buena
adecuación para los asaltos.

Fuente: Apestegui, Cruz (2000). Los ladrones del
mar. Piratas en el Caribe. Corsarios, filibusteros y bucaneros
(1493-1700),
(pp. 56-57). Elaboración
propia.

Otro aspecto sui generis a lo naval que
introdujeron las monarquías anti-españolas, lo
constituyó el aspecto de las marinerías de cada
nave, porque, mientras España tenía hombres
asalariados dispuestos, cuando más, a cumplir los
mandamientos de la Real Naval, los adversarios enfilarían
en sus flotas a los más despiadados hombres pertenecientes
a los últimos peldaños de sus sociedades: herejes,
ladrones, presidiarios y otros. Eran estos marineros
quienes en definitiva representarían a sus reinos en el
intento por proyectar hacia tierras americanas para poseer
también sus allendecoloniales.

Es así como avizoraron Inglaterra, Francia y
Holanda, que el gran negocio para posesionarse de las tierras y
las riquezas que los celtíberos trasladasen al país
peninsular, era precisamente, mediante la dura aplicación
del pillaje marino en cualquiera de sus modalidades. Es pues, a
la sazón, la corsopiratería el elemento a
utilizar para la dominación y el quiebre del control
ultramarino español, y permitir de tal modo, la
instauración de nuevas colonias en ultramar.

Todo estaba claro, fomentar la actividad delictiva
mediante el otorgamiento de patentes de corso, era lo ideal, pero
quedaban muchas interrogantes por aclararse en torno a la ruta
para llegar a las tierras americanas, porque esa seguía
siendo un enigma. Lo que sí se conocía era el
destino final de las embarcaciones que provenían cargadas
con las riquezas extraídas en América, las cuales
se dirigían a la ciudad de Sevilla, en donde
comenzó a funcionar una aduana de control en 1503, la Casa
de Contratación, puerto obligado para el registro de todo
el comercio movilizado desde el continente americano.

Las aguas del río Guadalquivir permitían
el ingreso fluvial desde la mar hasta tierra adentro de la
andaluza Sevilla, convirtiéndose esta población, en
el centro económico por excelencia de aquellos
señoríos y, por lo tanto, la atracción de
los pillos de la mar.

(…), Sevilla era el centro económico del
Valle del Guadalquivir, que suponía la vía de
comunicación natural de una de las regiones más
prósperas, por su riqueza agrícola y su vida
urbana, del occidente europeo. El trigo, la vid, el aceite, o el
pescado salado, eran productos abundantes y absolutamente
necesarios si se pretendía alimentar a los tripulantes de
decenas de navíos. (Pérez-Mallaína, 1992,
pp. 12-13).

El tráfico comercial expedido desde las tierras
americanas con destino a Sevilla, convertía a ésta
no sólo en el enclave del poder económico, sino
también, en el centro para el despliegue de los primeros
intentos de ataques piráticos más próximos a
las costas españolas. Esa ciudad/puerto de Sevilla no
poseía instalaciones acordes, ni para la
movilización comercial, ni para su defensa; claro que al
no haber ataques que la pusieran en jaque, tampoco se
había pensado en su fortificación. La única
construcción existente era una pequeña
fábrica cilíndrica de piedra, conocida más
adelante, como la Torre del Oro, la cual jugaba desde su
construcción un papel de guía de puerto, dicha
torre fue construida por el Cabildo de la Catedral, en el siglo
XV, destinada además a la descarga de los inmensos bloques
de piedra que serían utilizados en las construcciones de
templos y castillos. Pero, era evidente que la Corona
española entendía que cada vez más se
incrementaban las acciones para arrebatarles las riquezas, y algo
debía hacerse.

El resguardo de las costas, empleando buques armados que
patrullaban en busca de enemigos se había revelado como un
buen sistema para garantizar la seguridad de la navegación
y, una vez más, se puso en marcha armando fustas en
Sevilla (…), la navegación oceánica no
había experimentado aun ataques que hiciera necesaria la
adopción de medidas excepcionales. La alarma sonó
en 1507, cuando comenzaron a aparecer intrusos con mayor
frecuencia. Se planteó adoptar medidas adicionales
(…) y, para ello, Juan de la Cosa organizó, en el
verano de ese año, la primera armada aprestada
específicamente para la protección de los buques en
el tornaviaje desde las Indias… (Apestegui, 2000, p.
24).

La importancia con relación a los ataques
piráticos contra los buques procedentes de las Indias, se
relacionan, aproximadamente, en los años de 1512 y 1513,
en los cuales se dispuso de naves artilladas para escoltar a los
barcos comerciales que cumplían la ruta
trasatlántica de ida y vuelta entre España y las
Indias, que era como se empeñaban los españoles en
llamar sus posesiones ultramarinas en tierras
americanas.

España, tenía que reaccionar ante el
eminente peligro que esgrimían sus declarados enemigos y,
para ello, era necesario articular mecanismos de defensa que
garantizaran su hegemonía y el resguardo de sus bienes.
Así, la Casa de Contratación de Sevilla
debía disponer también de las atenciones para los
buques de Armada, por lo que se comenzaron a dictar cursos
cortos, con sus respectivos exámenes para pilotos, tanto
de barcos mercantes como artillados, los cuales eran remitidos,
luego, al Consejo de Indias, para distinguirles a sus labores
prescritas como marineros mercante, o de la Armada.

Los siguientes cuadros, remiten informaciones
proporcionales a las tripulaciones y barcos, de flotas de Armada
y comerciales.

Cuadro Nº 8

Armadas.

Año

General

Nº de barcos

Gente del mar

1579

1592

1592

1593

1594

1597

1598

1598

1599

1600

1602

Don Cristóbal de
Eraso

Luis Alfonso Flores

Juan de Uribe
Apallúa

Don Francisco Coloma

Don Francisco Coloma

Juan Gutiérrez
Garibay

Don Luis Fajardo

Pedro Cobiaux

Don Francisco Coloma

Marcos de Aramburu

Luis Fernández de
Córdova

8

8

21

16

20

9

21

13

17

13

11

393

530

1.349

1.405

1.559

562

1.370

810

1.201

893

783

Total………….

157

10.801

Fuente: Pérez-Mallaína (1992).
Los hombres del océano. p. 58. Archivo
General de Indias. Indiferente General. Legajos: 1095,
1102, 1104, 1113, 1114, 1115, 1116 y 1118.

Especulando con estos datos, si dividimos el total de
personas entre el número de barcos, arroja un aproximado
de sesenta y nueve (69) marineros por buque; en este caso, de la
Armada. Discriminando por renglón la información se
obtiene lo siguiente:

Cuadro Nº 9

De los buques de la Armada.

Año

General

Nº de barcos

Gente de mar

Discriminación de individuos
por barcos

1579

1592

1592

1593

Cont. Cuadro N° 9

1594

1597

1598

1598

1599

1600

1602

D. Cristóbal de
Eraso

Luis Alfonso Flores

Juan de Uribe
Apallúa

Don Francisco Coloma

Don Francisco Coloma

Juan Gutiérrez
Garibay

Don Luis Fajardo

Pedro Cobiaux

Don Francisco Coloma

8

8

21

16

20

9

21

13

17

13

11

393

530

1.349

1.405

1.559

562

1.370

810

1.201

893

783

393/8 = 49

530/8 = 66

1.349/21 = 64

1.405/16 = 87

1.559/20 = 77

562/9 = 62

1.370/21 = 65

810/13 = 62

1.201/17 = 70

893/13 = 64

783/11 = 71

Fuente: Pérez-Mallaina (1992). Los hombres
del océano.
p. 58. Elaboración
propia.

El ejercicio de sumar todos los resultados producto de
la discriminación realizada arroja una media de
67
personas por cada barco. Estimación ésta,
según otros cálculos más detallados, que se
mantiene sin gran variación.

Cuadro Nº 10

Flotas Mercantes.

Año

General

Destino

Nº de barcos

Gente de mar

1587

D. Miguel Eraso

Tierra Firme

32

1.535

1588

N. España
(estimación)

36

1.510

1589

Diego Ribera

Tierra Firme

29

1.414

1590

Antonio Navarro

Nueva España

81

3.319

1593

Marcos Aramburu

Nueva España

53

2.310

1594

Sancho Pardo Osorio

Tierra Firme

29

1.148

Total………………

260

11.236

Fuente: Archivo General de Indias, Patronato 255,
Indiferente General; 1099, 1110; Contratación: 1099,
1108. Elaborado propia. (También trabajado por
Pérez-Mallaína, Op. Cit).

El mismo ejercicio de dividir el total de gente de mar
entre el número de barcos, arroja un promedio de cuarenta
y tres (43) personas por buque, en este caso, los mercantes.
Distinguiendo los mismos datos, pero por cada renglón se
obtiene:

Cuadro Nº 11

De las flotas Mercantes.

Año

General

Destino

Nº de barcos

Gente de mar

Discriminación de individuos
por barco

1587

D. Miguel Eraso

Tierra Firme

32

1.535

1.535/32 = 47

1589

Diego Ribera

Tierra Firme

29

1.414

1.414/29 = 48

1593

Marcos Aramburu

Nueva España

53

2.310

2.310/53 = 43

1594

Sancho Pardo Osorio

Tierra Firme

29

1.148

1.148/29 = 39

Elaboración propia.

De los datos obtenidos se dedujo una media de
43
personas por cada barco, cuantificación que no
varía proporcionalmente. Asimismo, comparando los datos
expresados en las tablas anteriores, tanto de la Armada como el
de la Flota, se puede observar entre las medias obtenidas, que
los tripulantes, tanto de una embarcación como en la otra,
guardan cierta paridad, sin embargo, el mayor número de
personas por barco se detectó en los buques
artillados.

La mayoría de las naciones europeas no
tenían grandes experiencias bélicas
marítimas, salvo los minúsculos enfrentamientos que
pudiesen haber tenido contra las acciones vikingas en las costas
mediterráneas y las del Norte y Sur de Europa, así
que no existían grandes flotas de buques artillados,
además, las condiciones económicas no
permitían mayores inversiones excepto en naves comerciales
para los intercambios.

En términos de inversión y
preparación, tanto para la Corona Católica que le
tocaría defenderse, como para sus adversarios, los
esfuerzos económicos, humanos, materiales y otros,
serían de inimaginables magnitudes, no podía
subestimarse el poder de resistencia ni el de ataque. A pesar de
que España tenía varios oponentes y hostigadores,
contaba con una franca ventaja, y era precisamente, el
conocimiento que tenían sus navegantes de las nuevas
rutas, sumado al hecho de que sus arcas contaban con mejores
reservas, producto de la explotación en tierras americanas
de: oro, plata, perlas y otros minerales de gran valor, que sin
duda, destinarían para la protección de sus
dominios.

La guerra que desató Francia contra
España, y las acciones de Inglaterra sobre las posesiones
americanas y flotas españolas, se ejecutaron de diversas
maneras y períodos. De acuerdo con la periodización
de Lucena Salmoral (1994) en torno a la guerra
franco-española y cómo se ejecutó, se
inició con el primer ataque pirata ocurrió en 1521,
cuando empezaron las guerras de Carlos I y Francisco I por la
hegemonía de Europa. A comienzo de ese año unos
corsarios franceses apresaron dos carabelas de una flotilla de
tres que venían cargadas de Indias. Carlos I ordenó
salir la armadilla de Pedro Manrique, que encontró a los
franceses en el cabo de San Vicente y rescató las dos
carabelas. Poco después, el mismo año,
ocurrió la primera acción notable de la
piratería parece que fue Jean Fleury o Juan Florín
o Florentino. Con ese nombre en español se ha de
reconocer a uno de los primigenios creadores del verdadero
género pirático americano, quien para el año
de 1521, merodeando por las Azores cuando avistó tres
embarcaciones de pabellón castellano, capturando y
apresando dos de ellas, de las cuales obtuvo cerca de 60.000
barras de oro y el tesoro de Moctecuhzoma que Cortés
enviaba a su emperador. Estas acciones le daban el primer gran
golpe a la supremacía hispánica que entraría
así en el comienzo de sus infortunios.

La segunda guerra de España con Francia fue entre
1526 – 1529, ambas naciones se atacaron con naves piratas,
corsarias. En uno de estos combates entre corsarios, celebrado el
3 de octubre de 1527, el capitán Vizcaíno
Martín Pérez de Irizar, capturó dos naves
francesas cerca de Cádiz. Hizo 150 prisioneros, entre los
cuales estaba uno que dijo llamarse Juan Florín, quien
ofreció, nada menos que, 300.000 ducados por su libertad.
Florín fue hecho preso en la Casa de la
Contratación, en Sevilla en donde se le interrogó y
declaró haberse robado y hundido más de 150 naves y
galeras y galeones y zabras y bergantines, por lo que fue
ejecutado colgado en la provincia de Toledo, orden que dio el
propio Rey Carlos V.

En la tercera guerra, 1537, Francia estructuró
mejor su corso y piratería para esta acción
bélica contra España, porque creó una gran
Armada que operó dividida en dos. La primera, compuesta de
12 naves mandadas por Maiguet, quien atacó una flota
proveniente de Santo Domingo, apresando a dos de ellas y, luego,
fueron perseguidos por tres naves de la Armada española.
La segunda armada corsaria, dirigida por el almirante Bnabo, la
cual estaba formada por un galeón, dos naos y una
carabela. Encontrando una flota sin protección,
procedió Bnabo a la captura de varias de ellas que, luego,
fueron liberadas en combate por la armadilla de Miguel Perea que
iba a las Indias.

La cuarta guerra con Francia, en 1544, las Canarias
fueron atacadas continuamente por los corsarios franceses. Uno de
los más notables fue Jean Alphonse de Saintonge, que
operaba desde La Rochela. Saintonge, no respetó la Paz
de Crespy
, que firmaron Francia y España ese mismo
año.

Para finalizar sobre estas guerras piráticas
ocurre la quinta guerra contra Francia (1551 – 56), ya bajo el
reinado de Enrique II, se combatió abiertamente en
Canarias. Su gobernador, Rodrigo Manrique de Acuña,
ordenó crear las milicias y armó una flotilla
defensiva que puso en manos de don Jerónimo Bautista. En
abril de 1552 esta flota rechazó y rindió una
armada corsaria francesa. Hubo 80 prisioneros. En noviembre del
mismo año otra flota, de Antoine-Alphonse Saintonge, hijo
del famoso pirata Jean-Alphonse Saintonge, atacó Santa
Cruz de Tenerife, siendo rechazado por la artillería de la
plaza. Saintonge murió en el combate. En 1553
irrumpió en el archipiélago el famoso corsario
François Le Clerc, apodado Pata de Palo, primero
de los muchos que llevaron este sobrenombre, saqueó La
Palma, pero fracasó en la Gomera. El corsario llevaba tres
buques reales en 1555 la armada de don Álvaro de
Bazán alejó a los franceses por algún
tiempo. Se preparaba ya el sistema defensivo español para
contener el acoso de los marinos franceses. En 1556 se
firmó la Tregua de Vaucelles que puso término a
esta etapa.

El caso de Inglaterra, con respecto a España, es
distinto al de esta última con Francia, porque
españoles y franceses participaron abiertamente de las
acciones bélicas, mientras que los ingleses venían
de buenas relaciones con el país hispano. Pero, a partir
del desastre de San Juan de Ulúa que
significó un característico incidente de un
año terrible para el protestantismo europeo, se produce
una crisis anglo-española, que se extenderá,
aproximadamente, hasta 1572 propiciándose un cambio en la
política del aprovechamiento del contrabando como sustento
del comercio dado que, con la ruptura de las relaciones, los
objetivos ahora eran la apropiación de los tesoros de
Castilla y el intento para establecer dominios propios en tierras
americanas; es decir, tener sus propias colonias para extender su
poder monárquico. Paralelamente, Inglaterra dio inicio a
la fase política de no enfrentar a España
abiertamente, por el contrario, se dedicó a asediar sus
flotas, saqueándolas y, con la instauración de sus
nuevas áreas de influencia, terminaría por
debilitar la hegemonía hispana en el Nuevo
Mundo.

… las sublevaciones en los Países Bajos
son violentamente reprimidas por el Duque de Alba; una
conspiración católica en Inglaterra conduce al
levantamiento de 1569; los hugonotes se ven comprometidos por la
reanudación de la guerra civil en Francia. Por ser
España la máxima representante del catolicismo en
Europa, la opinión inglesa comienza a perfilarse contra
ella. El punto culminante coincide con la confiscación por
el gobierno inglés, en 1568, del tesoro de plata destinado
a pagar las tropas del Duque de Alba, cuando la flotilla que lo
trasladaba buscó amparo de los corsarios en los puertos de
Plymouth, Fowey y Falmouth. Un verdadero vendaval de embargos y
secuestros mutuos de mercancía sucedió al
incidente, que sólo se arreglaría en 1572, y
aún muy frágilmente. (Georget y Rivero, 1994, p.
38).

El ingrediente religioso y la sed de aventuras para
alcanzar riquezas y dominios, serán los motivos que
empujen a Inglaterra hacia la empresa americana.

… fanática católica, la Reina
inglesa persigue con ferocidad a los protestantes, martiriza a
muchos de ellos y se gana el inquietante sobrenombre de Bloody
Mary. Al morir la soberana, el viudo Felipe propone matrimonio a
la sucesora Isabel I: de por medio está la Razón de
Estado, que le exige tener un peso en los asuntos ingleses. Por
igual causa lo rechaza la nueva Reina, que envía 6.000
soldados al mando del conde de Leicester para apoyar la
rebelión antiespañola en Flandes, (…). El
acoso de los Perros de Mar es una guerra no declarada entre ambos
reinos, (…). Cierta historiografía inglesa presenta
al ataque contra Inglaterra como el desvarío de un
fanático religioso. Detrás del proyecto, sin
embargo, asoma la sólida razón mercantil…
(Britto García, 2001, p. 96).

La Corona inglesa decidió la confrontación
anti-Castilla, abrazando abiertamente el contrabando y la
piratería; para ello se precisaba de los hombres capaces
de consolidar tal empresa, y que fuesen individuos aptos en las
técnicas adecuadas a la navegación, pero no simples
marineros atados a los oficios mínimos de a bordo, sino
más bien, sujetos atrevidos y emprendedores, dispuestos a
confrontar, nada más y nada menos que, a un imperio y,
también, a representar la iniciación de otro. Es
así como Inglaterra descansará sobre los hombros de
notables caballeros, honorables compromisos.

En 1560 un barco inglés mandado por Edward Cook,
marino de Southampton, logró apresar una nave de Indias,
al parecer separada de su flota. Animadas por este éxito,
en la primavera de 1561, cinco naves inglesas que ya antes
habían saqueado Madeira, salieron al encuentro de la Flota
de Indias de aquel año, pero fueron todas ellas apresadas
por los galeones de la escolta (…), surgieron incidentes
similares, y no tardaron los ingleses en iniciar las expediciones
a las Indias. Pero al principio la intención no fue
pirática, sino simplemente contrabandista, motivada por
una situación comercial a la que no eran ajenos los
errores del gobierno español. (Saiz Cidoncha, 1985, p.
52).

A pesar que los franceses fueron primeros en combatir
contra España y, en piratear en aguas americanas, ya
había dicho Scaligero, con mucho conocimiento de
causa «Mulli melius piraticam exercent quan
Angli»
(nadie como los ingleses para ejercer la
piratería).

La galería de los afamados corsarios ingleses,
estará encabezada por John Hawkins, quien según
Cruz Apestegui (2000): … fue maestro de contrabando y
organizó cuatro viajes con mayor o menor éxito,
probablemente con la complicidad de Pedro Ponte y sus conexiones
a uno y otro lado del Atlántico:

  • 1. Primera campaña (1562 – 1563), fue
    dirigida a La Española.

  • 2. La segunda campaña (1564 – 1565) a
    Tierra Firme, Curaçao, Islas de Pinos y
    Florida.

  • 3. La tercera campaña (1567 – 1569) a
    Tierra Firme, Yucatán y el desastre de San Juan
    Ulúa.

  • 4. Campaña de James Lowell (1566 – 1567)
    de la cual Hawkins fue su mentor, la cual se dirigió a
    Tierra Firme, Curaçao y La Española. (p.
    50).

Otro notable inglés fue Francis Drake, sobrino de
Williams Hawkins (hermano de John Hawkins), entró al
servicio de dichos armadores y según Lucena Salmoral
(1994):

En 1566 realizó su primer viaje a América
bajo las órdenes de John Lowell, enviado de Hawkins. Drake
conoció entonces Tierra Firme y el negocio negrero, en
1567 acompañó a John Hawkins en su desastroso viaje
a mando de la Judith, uno de los pocos buques que se
salvaron del desastre de Veracruz. (p. 282).

Francis Drake, podría considerarse un verdadero
pirata inglés, dada sus actuaciones y las formas de poner
en práctica sus acciones. No se puede perder de vista a
Martín Frobisher, quien al igual que Hawkins y Drake, fue
investido por la nobleza como Sir de la más alta
aristocracia inglesa, al igual que sus mentores
compatriotas.

España debía darle respuesta a los acechos
esgrimidos por sus principales y acérrimos enemigos, por
lo que se hacía imprescindible aplicar mecanismos de
defensa y, para ello, una de las estrategias principales de la
monarquía española, fue la de construir fortalezas
en sus principales plazas para proteger con lo encañonados
edificios, sus dominios. El asunto álgido, se supeditaba a
la lucha en la mar abierta, en donde se debía demostrar la
superioridad, es decir, que lo naval privaría sobre las
acciones a tomar en Tierra Firme.

… Álvaro de Bazán, marqués
de Santa Cruz, había sugerido la idea de formar una Gran
Armada para trasladar un ejército a Gran Bretaña
que acabara con la arrogancia de la reina Isabel y sus corsarios.
La idea cobró vigencia y se presentó el proyecto de
la operación que tendría doble objetivo: desbaratar
cualquier formación contraria que intentara dificultar la
acción y efectuar el transporte y desembarco de tropas,
artillería e impedimenta, para establecer una cabeza de
puente desde donde penetrar en Inglaterra, forzando al enemigo a
aceptar las condiciones que pudieran imponerse. (Apestegui, Op.
cit., p. 81).

La idea de redimensionar las flotas de Armada
había calado en la conciencia española, que en
virtud de las distintas guerras contra Francia, no podía
permitirse vulnerabilidad ante los ingleses. Y he aquí la
importancia de repotenciar la Real Armada
española:

La importante empresa exigía la
preparación de 510 barcos, con porte total de 110.570
toneladas de sueldo, y 86 embarcaciones de remo. Las dotaciones
alcanzarían los 16.612 hombres, transportando 55.000
infantes y 1.200 caballos, con un coste que se estimaba en tres
millones y medio de ducados (…), el 22 de julio, tras
obligada recalada en los puertos de Galicia, la Gran Armada – un
total de 127 embarcaciones con casi 50.000 toneladas – parte
definitivamente hacia Inglaterra. Ocho días más
tarde, entraron en el canal de la Mancha y avistaron las grandes
humaradas de las hogueras que, cabo a cabo, señalaban su
presencia. (Ibídem).

España conocía del poderío naval
inglés y lo que estaba planteado con su Gran Armada era el
factor sorpresa, pero evidentemente la noticia había sido
divulgada entre los anglosajones quienes debieron prepararse para
repeler el exigente enfrentamiento por venir.

Inglaterra no deseaba una acción bélica
contra la sacra-monarquía castellana, pues su
política se dirigió más bien al ataque
corsopirático de los mercantes españoles
que regresaban desde las colonias americanas repletos de
joyerías, pero al fin de cuentas no podía obviarse
la batalla naval en ciernes, así que:

… los ingleses opondrán 221 buques, con un
desplazamiento de 40.021 toneladas. La mera comparación de
las cifras indica que las naves españolas son en general
más pesadas, porque debían conjugar las funciones
de combate y transporte terrestre. Pues el plan de Felipe
consiste en embarcar en ellas unos 22.000 hombres, hacerles
zarpar cuando los vientos sean favorables, reunidos con una flota
del Duque de Parma que transportará a los combatientes que
éste comanda en los Países Bajos, y desembarcar
conjuntamente en Inglaterra una fuerza de 40.000 hombres. (Britto
García, 2001, Op. cit. 97-98).

A la Gran Armada española, o la
Felicísima Armada, los ingleses la bautizaron
como la Armada Invencible, título que le
atribuyeron, porque consumado el acto bélico y, a pesar de
estar en franca desventaja, el poderío inglés
privó la estrategia sobre la cantidad de naves enemigas,
saliendo airosos; el pueblo inglés acuñó el
despectivo de Invencible, para acrecentar su ego.
Funcionó la experiencia pirática puesta en
práctica en los mares de América.

La Invencible, que había zarpado el 30
de mayo de 1588, desde el puerto de Lisboa, tuvo un retraso por
el mal tiempo de casi dos meses, es así como,
definitivamente, se enrumba el 22 de julio de ese mismo
año hacia Inglaterra. Los motivos que animaron a Castilla
a dar ese gran paso, se concentraban, básicamente, en el
viejo resquemor por el restablecimiento de la fe católica
en todo el pueblo inglés y contrarrestar el hostigamiento
naval contra Flandes y América.

España, con la derrota de la Gran Armada, no
sólo tuvo que enfrentar el desastre naval sino,
también, el hecho de volverse más vulnerable en sus
propias tierras, como en sus posesiones de América. La
guerra provocada por los españoles duró,
prácticamente, 15 años, desde 1589 hasta 1604,
fueron los tres lustros del florecimiento, casi incontrolable, de
la piratería inglesa, la cual puso en jaque la
débil flota española. Así quedaría
para las postrimerías del siglo XVI y el alba del XVII.
Cada vez más, se infectaban de piratas y corsarios las
aguas del Caribe y costas de América.

Conclusiones

Las guerras que sostuvo España contra Francia, la
tolerancia que tuvo con el rompimiento de las relaciones con
Inglaterra por el auge de las campañas
corsopiráticas, sumado al gran desastre
hispano-naval, hicieron de esta monarquía, un reino
frágil y casi insostenible, porque su debilitamiento
permitió el pulular hegemónico de las otras Coronas
en suelos americanos. Lo que llama poderosamente la
atención, es el efecto boomerang que
tendría la piratería, incluso contra aquellos
Monarcas que les auspiciaron, para mediante ésta, extender
sus dominios y aumentar sus riquezas.

Referencias
Bibliográficas

Archivos Nacionales e Internacionales.

– Archivo General de la Nación– Caracas:
Sección La Colonia.

– Archivo General de Indias- Sevilla: Patronato 255;
Indiferente General 1099; Contratación 1108.

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. Madrid.
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Britto García, Luís (2001).
Señores del Caribe. Indígenas, conquistadores y
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. Caracas, Venezuela. Epsilon
Libros.

Georget, Henry & Eduardo Rivero (1994). Herejes
en el paraíso (Corsarios y navegantes ingleses en las
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México. Universidad Nacional Autónoma de
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López Tossas, Emili (1999). Síntesis
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(2da Ed.) Barcelona, España. Ediciones
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Lucena Salmoral, Manuel (1994). Piratas, bucaneros,
filibusteros y corsarios en América. (Perros, mendigos y
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Pérez-Mallaína Bueno, Pablo E. (1992).
Los hombres del océano. Vida cotidiana de los
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Sevilla,
España. Gráficas del Sur.

Saiz Cidoncha, Carlos (1985). Historia de la
piratería en América española.
Madrid,
España. Editorial San Martín, S. L.

Datos personales:

Geniber José Cabrera Parra, CI: 11744094.
Profesor Ordinario de la Universidad de Carabobo, Facultad de Cs.
de la Educación. Licenciado en Educación,
mención Ciencias Sociales (U.C); Magíster en
Historia de Venezuela (U.C); Doctor en Historia (U.C.A.B-
Montalbán, Caracas).

 

 

Autor:

Geniber Cabrera P.

Universidad de Carabobo.

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Partes: 1, 2
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